Cuando empecé en la fotografía, mi primer ídolo y maestro a fotografiar fue Jean Loup Sieff.

Me encantaban sus procesados B&N (que servían de reclamo para los papeles Ilford), y su manera de fotografiar la realidad volviendo a crearla. Una de sus formas favoritas de observar y transmitir la realidad de sus modelos o de sus paisajes, era el uso del gran angular, un 21mm sobre todo. Me encantaba también la luz que conseguía captar, luz natural en la mayoría de los casos. Por eso creo trabajo mucho en luz natural.

Creo que inconscientemente, sigo muy influido por las fotos de Jean Loup Sieff. Se nota a mi afición por los objetivos angulares, y las deformaciones que producen no sólo no me molestan, sino que me seducen. Me permiten adoptar una perspectiva diferente sobre lo que fotografío, adoptar una visión desplazada y personal.
Mi gusto por el blanco y negro se puede deber a dos causas: una es que soy daltónico y que calibrar colores es una pesadilla. La otra es probablemente histórica y cultural. Histórica porque cuando empecé la fotografía, me compré el material de laboratorio en el mismo momento que la cámara (una Minolta SRT 101 que rindió el alma hace tiempo y un Durst 800).

El cuarto oscuro deja huellas profundas en uno, y confieso que esta experiencia me sirve mucho para procesar el B&N digital. Cultural porque me he nutrido y alimentado de la obra de fotógrafos de esta especialidad, como Jean Dieuzaide, que vivía en la misma ciudad que yo, y Lucien Clergue.


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